miércoles, 21 de diciembre de 2016

Entrega de productos de higiene en NOPOKI

Hola amigos, aquí os dejamos unas fotografías de los alumnos de la Universidad indígena de NOPOKI, donde se ha realizado una entrega de productos de higiene.








Fin del Curso Académico


Hola amigos y amigas, después de mi paso por el Ecuador, tanto de mi estancia en el Perú como mi visita al país vecino, retomé el ritmo frenético de trabajo en la UCSS NOPOKI, ese lindo jardín de la educación que ya empezaba a añorar tras ausentarme varios días. Los estudiantes me esperaban con los brazos abiertos y con ganas de seguir aprendiendo. En ese momento, sentía que ya formaba parte de esta familia y que se había creado un lazo afectivo irrompible. Nos pusimos manos a la obra, con el apoyo y refuerzo educativo, con las intervenciones psicológicas individuales y con la preparación de la obra de teatro para final de curso. En este mismo periodo, me invitan a participar en dos estudios para conocer la opinión de los estudiantes de la UCSS NOPOKI sobre el apoyo a grupos marginalizados y sobre la igualdad de género. El primer estudio es diseñado por Naciones Unidas cuyo objetivo es comprobar el grado de cumplimiento de las acciones de Desarrollo Sostenible propuestas en su Plan Operativo, destinadas a mejorar la calidad de vida de los grupos más desfavorecidos. Y el segundo estudio es propuesto por la Universidad de Jaén, dentro del departamento de Cooperación al Desarrollo, cuyo objetivo es diseñar un Plan de Formación sobre igualdad de género que será aplicado en diferentes instituciones educativas de la Amazonía central del Perú.

Por otro lado, mi labor fuera de la Universidad también continuaba. Seguía valorando psicológicamente a los alumnos/as del Centro de Educación Básica Especial de la provincia de Atalaya y asesorando a padres y profesores sobre la inclusión socioeducativa de niños con discapacidad. Desde la UGEL (Unidad de Gestión Educativa Local), un organismo público de la municipalidad de Atalaya, me invitaron a dar una charla de orientación psicológica para padres en la inauguración de un programa de atención temprana a niños con discapacidad.


El mayor éxito vino de la mano de la representación teatral que tuvo lugar en el aula magna de la Universidad el pasado 3 de diciembre. Era el gran día, era el momento de mostrar el trabajo realizado desde hace meses y de presentar los talentos ocultos que han descubierto los estudiantes del primer año de la carrera de Educación Básica Bilingüe Intercultural. Elegimos representar un cuento amazónico, “El Bagrecico”, escrito por Francisco Izquierdo Ríos, uno de los docentes y escritores más influyentes en la narrativa peruana del siglo XX. A esta obra  incorporamos otros cuentos, danzas y cantos de los pueblos originarios de la Amazonía que conviven en esta Universidad, haciendo de esta gran obra un tesoro lleno de riqueza cultural. Las felicitaciones y halagos venían en sus diferentes expresiones y de boca de muchas personas, incluido el alcalde de la ciudad. Hemos conseguido hacer teatro digno y de calidad con pocos recursos pero con mucha ilusión.



También en estas semanas transcurrieron las Olimpiadas Nopokinas, donde los estudiantes han puesto a prueba sus conocimientos mediantes concursos pedagógicos y sus habilidades o destrezas deportivas mediante la participación en juegos ancestrales propios de los pueblos originarios de la Amazonía como el chontari o el tiro con arco y flecha. Fue una semana cargada de interculturalidad, tradición y convivencia.




Como pueden leer, las jornadas de trabajo han sido maratonianas, recompensadas con la felicidad observada a mí alrededor día tras día. La respuesta de los estudiantes ha sido extraordinaria y ha supuesto que mis humildes aportaciones cobren sentido. Tantos responsables de la Universidad y del Vicariato Apostólico de San Ramón como profesores, estudiantes y otros trabajadores de la UCSS NOPOKI han conseguido que me sienta vivo y que nunca olvide cada uno de los rostros  que forman esta gran familia. Han sido muchos los agradecimientos que he recibido en estos últimos días del curso académico. Por eso, mi nudo en la garganta no se desataba de la emoción y mis palabras se entrecortaban al ritmo apresurado con que latía mi corazón. Y por si era poco, recibo para mi cumpleaños el mejor regalo que me han hecho en mi vida, una muestra de cariño insuperable, audiovisualmente, de todas las personas que ocupan una parte importante de mi vida.

Han sido días de nervios, de abrazos, de despedidas, de brindis, de agradecimientos, de compartir lo vivido, y de recoger los frutos sembrados. Ahora cada estudiante regresa a su comunidad nativa de origen, escalonadamente, para pasar las vacaciones en familia, hasta principios de marzo que se reanuda el próximo curso académico. Sólo regresarán a mitad de enero aquellos que necesiten recuperar alguna asignatura. Un grupo muy reducido de estudiantes permanece en el albergue de la Universidad por que no tienen recursos económicos para volver a su comunidad nativa de procedencia ubicadas en zonas muy lejanas de la Amazonía peruana.  

Ahora toca seguir colaborando en el proyecto NOPOKI desde otros ámbitos y vivir una de las navidades más entrañables de mi vida en el grandioso Perú.

Desde el ombligo de la Amazonía, a todo el mundo que me sigue, os deseo una Feliz Navidad y un próspero Año Nuevo.


sábado, 19 de noviembre de 2016

De vuelta en España

Saludos desde Córdoba,

Como ya algunos saben, regresé a España el día 5 de noviembre, dejando tras de mí una gran maraña de sentimientos, historias personales y vivencias difíciles de resumir y explicar. Hay cosas que simplemente quedan en el corazón.
Muchos me decían que por fin volvía a la civilización, pero realmente uno no sabe al llegar al mundo civilizado, dónde está esa civilización y a qué llamamos seres civilizados. ¿educación, valores, agua potable, electricidad, acceso a la sanidad, responsabilidad, honestidad, compromiso…? Lo externo te lo da el país, lugar y la familia donde has nacido, lo interno te lo tienes que trabajar tú. Y las etiquetas hay que empezar a quitarlas…

Como ya sabéis por Marco, las dos últimas semanas en Nopoki fueron bastantes intensas pero no pudimos subir las dos entradas al blog  ya que se rompió el wi-fi, y aunque yo intenté grabarlas en mi USB para subirlas desde España, tuve la mala suerte de que se dañó y no las he podido subir a mi vuelta. 
Por fin he podido subir las fotos de las salidas por las escuelas y por el Ucayali, una imagen vale más que mil palabras


sábado, 12 de noviembre de 2016

La Chamba (el trabajo, 5 de noviembre)



Seguimos sin wifi, y las entradas del blog se acumulan…
La Universidad de Nopoki depende en parte del trabajo que realizan los propios alumnos, como la crianza de pescado, el cultivo de la piña y el mantenimiento de las propias instalaciones. Los sábados, los estudiantes se dividen en grupos para realizar distintas tareas, de 5 a 11 de la mañana.
Este sábado me levanté al alba para desayunar en las malokas, y ver donde podía ayudar sin estorbar. Acompañe a diez chicos armados con machetes, que se subieron al remolque del tractor para salir a chambear en el campo. Pasamos la comunidad de Aerija para bajar bajo la sombra de un gran árbol lleno de mangos, que sirvieron de segundo desayuno. Luego subimos la colina por una vereda empinada para llegar a un descampado lleno de maleza con unas impresionantes vistas sobre la verde llanura del río. El trabajo consistía en limpiar el terreno de vegetación para la plantación de piña.
Los chicos se sentaron para afilar los machetes, charlando y riendo, y se esparcían para dar unos machetazos por ahí y por allá. A primera vista, la actividad parece poco productiva, pero quien concluye con eso que no se trabaja, se equivoca vergonzosamente. Es un trabajo duro, con medios pobres y bajo condiciones difíciles, pero se hace con ganas, un buen sentido de humor y mucho aguante y fuerza física. Un chico empieza a cantar: Señor, ten piedad con tu pueblo…
Me prestan un machete para intentarlo. La hierba es dura de roer, y cuesta bastante habilidad y mucha fuerza para conseguir resultados con un machete. Con cada golpe, mi machete vas teniendo un poco más efecto, aunque me gano una buena colección de ampollas en cada mano con poco resultado demostrable. Hay que tener cuidado, porque entre la maleza se esconden unas hormigas gigantes y agresivas cuyas picaduras causan un dolor intenso por al menos doce horas. Uno de los chicos atrapa una y la desarma para mostrármela. Mide al menos una pulgada.
El sol es inclemente, y nos abrasa desde un cielo celeste. La tierra negra se calienta, y con la humedad del aire, el sudor se queda pegado al cuerpo. Me estoy achicharrando como un camarón.
Entre tanto, los chicos consiguen limpiar un área de aproximadamente unos 100 por 100 metros cuadrados en solo dos horas y poco. Las ramas grandes y troncos esparcidos se van apilando para prenderles fuego. Arde como un demonio, y consigo achicharrarme los pelos del brazo, o como dicen aquí, el vello público, lo único que me faltaba por quemar.
Cuando bajo con dos chicos a ir por agua, aparece el monitor, que seguramente piensa que estamos vagueando. Trae unos sobres con polvo color magenta para hacer chicha, una bebida dulce de maíz del mismo color. Llenamos una gran cubeta con agua de manantial y se le añaden los polvos con un poco de mandarina agria que recogemos de un árbol cercano. Después de una pequeña pausa hay que seguir limpiando los troncos restantes.
A las once nos tumbamos en el remolque para emprender la retirada. Cubierto con una buena capa de polvo y humo, parezco casi tan moreno que los demás. Necesito una buena ducha y un colchón para morir en paz. Otra vez más, los chicos de Nopoki se han ganado mi más sincera admiración y respeto.
(mandado desde la parroquia)

La expedición (24 al 29 de octubre)



Este lunes íbamos a recoger a los estudiantes de prácticas en las comunidades Shipibo en el Ucayali, río abajo, con el Padre Curro y su curtido escudero Felipe, pero esa tarde tuvieron que llevar el motor de la lancha al taller. Aparentemente la procesión del Señor de los Milagros no tuvo efecto, porque dicho motor ya estaba malogrado la semana pasada, cuando íbamos a visitar las comunidades Machigankas del Urubamba, río arriba. La reparación costaba 600 soles, y en las arcas parroquiales solo quedaban 170. Gracias a la providencia, y una generosa donación anónima, se llegó a un acuerdo con el taller el martes por la noche.
La salida, prevista para las 9:00 de la mañana, se alarga hasta las dos y pico, después de un buen almuerzo en la casa parroquial y un buen regateo en el grifo (gasolinera) flotante, guardado por dos perros calcinados. La lancha de Cáritas, repleta de cajas de jabón de Madre Coraje, mide unos dos metros de ancho y casi 30 de largo, por lo que sacude bien sobre el agua. De hecho, después de 24 horas en tierra firme, todavía sentimos el vaivén.

El Ucayali es uno de los muchos tributarios del río Amazonas, y serpentea por la planicie con un cauce que cambia continuamente. Su anchura y su vasto caudal de agua color leche manchada, deja al Guadalquivir en ridículo. A ambos lados, se alza una selva majestuosa e impenetrable. Las formaciones de nubes en el cielo celeste no son menos espectaculares.






                                                 
                                                  Pinceladas del cielo sobre el Ucayali

Aunque hacemos buen tiempo, la caída del sol nos pilla en medio del río, y hay que buscar con una linterna la entrada a la cocha (antiguo cauce del río convertido en laguna) donde queda el puerto de Bolognesi. La encontramos gracias a un pequepeque (balsa con motor de palo) que va saliendo. Intentamos entrar, pero nos varamos entre las plantas acuáticas. Tenemos que volver a un puerto maderero cercano para empotrarnos en el lodo y desembarcar. En la Amazonía no existen embarcaderos, y las lanchas simplemente se apilan en cualquier orilla accesible. Ahí procuramos un mototaxi para llevarnos a la parroquia de Bolognesi, botando como canicas en el asiento. Felipe se queda en el barco para vigilar la gasolina y dormir con los zancudos.
Bolognesi parece un pueblo sacado de las películas de John Wayne, carcomido por la humedad y el moho. Cuenta con una plaza mayor de diseño (?) y poco más. Antonio, el diácono, nos recibe cordialmente en sus humildes aposentos, y nos ofrece un lugar donde dormir. Ahora hay luz, pero no hay agua, solo un bidón turbio de agua estancada. Al ver que el agua del café sale de ahí, Carmen casi se cae de la silla.
Comemos chancho (cerdo, o algo de la selva que se le parece) con el Padre Curro en un chiringuito improvisado sobre el barrizal, rodeados de perros raquíticos e insectos exóticos. Para chuparse los dedos. No hay cubiertos...
El Jueves por la mañana, cogemos un mototaxi para volver al puerto y reemplazar a Felipe vigilando la lancha. Apenas salimos del pueblo y nos cae una manta de agua antediluviana. Llegamos al puerto empapados hasta la médula, bragas, calzoncillos y mochilas incluidas, y nos refugiamos miserablemente con un puñado de hombres bajo un toldo de plástico poco fiable. Ni siquiera logramos ver la embarcación, por no hablar de Felipe. La lluvia sigue cayendo. Llevamos desde las ocho titiritando de pie, cuando sobre las tres sale Felipe de la cortina para sacar agua del barco con cubetas. Hay más agua dentro que fuera.
Ahora que ha subido el río, intentamos de nuevo entrar al puerto de Bolognesi para entregar las cajas de jabón de Madre Coraje. Desembarcamos con el lodo hasta las rodillas y caminamos hasta la parroquia. Por fin ha dejado de llover. Esa noche nos comemos la sopa de fideos, agradecidos por su calor, sin cuestionarnos su origen, mientras una rata se come las chanclas de Carmen.
A la mañana siguiente tenemos que salir temprano para llegar a Nueva Italia, así que nos comemos un buen desayuno en la casa del vecino, y luego esperamos a que Felipe llegue para comer también. Nos despedimos del Padre Curro, que se queda atrás, y zarpamos sobre las 11. Llegamos a Nueva Italia sobre las tres, y visitamos la casa de un primo de Felipe, quien nos invita a comer carachamba, un pescado jurásico con caparazón armado, tan feo como sabroso.
                                                      Carachamba, rico,rico
                                                 Horneando galletitas de Yuca, riquísimas
Una hora más tarde, llega la primera tanda de alumnos desde Tupac Amaru en pequepeque, y volvemos a la entrada de la cocha para recoger a varios más en Tumbuya, donde paramos brevemente para ver la comunidad. Vuelve a sorprender lo limpio y cuidadas que están las comunidades indígenas, en contraste con la suciedad y dejadez de los pueblos colonos.
                                                      Comunidad de Nueva Italia
En la cultura globalizada, nos falta mucho por volver a aprender en cuanto a habitabilidad y sostenibilidad. Todos los niños de la escuela nos acompañan alegremente de vuelta para despedirse de sus queridos profesores en prácticas.
Despidiendo a sus profes
Recogemos a más alumnos en la siguiente comunidad de Saguaya, donde llegamos al caer el sol. Emprendemos la marcha por una vereda resbalosa, bombardeados por zancudos, para pasar la noche en la comunidad. Nos ceden una habitación de madera, donde Felipe monta una tienda para tres, que nos la cede a los dos. Esperemos que no se entere el Padre…
Carmen enciende dos espirales y vacía el espray de fu-fu contra los mosquitos, aparte del repelente que se untó al cuerpo, lo que nos obliga evacuar el local, mareados como perdices. Pasamos calor y luego frío por la noche, y el suelo de madera nos deja tiesos como una tabla. Y eso que solo queríamos dormir. Descubro huesos en mi cuerpo que no sabía que tenía.
Felipe nos despierta al amanecer para salir pitando. Los alumnos han dormido en el barco, y han reordenado el espacio. Con un impresionante surtido de bolsas, maletas, cajas y enseres, bidones de gasolina, bombonas de gas, sacos con plátanos, aguacates y mangos, tres gallinas, una tortuga y mucha bulla, parece un bazar turco.

Entre todo eso se monta una cocina improvisada que pronto abre los apetitos con olores a chancho asado, sopa de pescado y plátano zancochado. Las gallinas también terminan en la olla.
Con las recientes lluvias ha crecido el río, que ahora arrastra toda la basura de la selva y la industria local. Hay que maniobrar la lancha entre riadas de troncos flotantes e islotes de espuma capuchino de alcantarilla. Uno de los chicos se monta en la proa como puntero para advertir de cualquier obstáculo. Sobre las once nos acercamos a Bolognesi, donde Felipe quiere parar para pasar la noche debido al peligro, pero la tripulación se amotina y continuamos el camino. A partir de ahí, se acaba milagrosamente la porquería flotante, y el río se muestra despejado y tranquilo el resto del viaje.

Tan tranquilo que aparentemente se duerme nuestro capitán, que a pesar de la inmensa anchura del río y las desesperadas señales del puntero, logra empotrar la lancha en la selva. El chico se tapa la cabeza, y desaparece con todo y proa entre la espesa vegetación. Los demás estallan en risa, mientras dos exploradores se aventuran entre las hojas con machetes para rescatarlo.


                                                          
                                                      Buscando al puntero en la jungla ;-)

Sobre las dos, hacemos la primera parada para recoger a los últimos alumnos. Todos salimos corriendo para buscarnos un hueco entre los árboles.
Finalmente desembarcamos en el puerto de Atalaya sobre las cuatro de la tarde. Cuando llegamos a Nopoki, no hay luz, ni wifi, ni agua caliente. Y Samuel, que lleva llegando una semana, todavía no ha aparecido.
los peque-peque: aún más fragiles en la anchura del río

La ruta de las escuelas (17 a 21 de octubre)



Uno de los principales objetivos de Nopoki es la formación de maestros que puedan impartir clases en castellano y sus idiomas maternos cuando regresan a sus comunidades. En su último año, los estudiantes de educación hacen unos meses de práctica en diversas comunidades. Estas suelen ser pequeñas y aisladas, pero hay también varias alrededor de Atalaya.
La semana pasada acompañamos al infatigable Padre Curro, en su visita a varias comunidades Asháninkas cercanas. El lunes visitamos las escuelas de Garzacocha, Ipaniquiari y Canuja. En la primera, la comunidad más necesitada, solo había dos aulitas de primero a sexto. Una choza de madera repleta de niños sonrientes y mirada curiosa ante los dos gringos blancos y gigantes.
A cambio de unas canciones en su lengua, el Padre Curro deleita a todos con un repertorio sobre los dedos de la mano y el amor de Dios. Siempre se nos quedará la imagen del Padre cantando con los chicos en su voz de barítono ronco, ignorando el dolor insoportable de su rodilla y manteniendo su sonrisa contagiosa. Un misionero de ejemplo, comprometido con todo corazón
Al final repartimos chochokis a diestra y siniestra (quien lo encuentre en Google se gana uno), además de material escolar donado desde Córdoba y arrastrado en nuestra famosa maleta solidaria. Sobre todo los lápices de colores iluminaron las caritas de los pequeños.
                                                              Escuela de Garzacocha
Ipaniquiari es bastante más grande y ya cuenta con carretera propia de barro, aunque hay que atravesar el campo de fútbol para llegar a ella. Que los maestros en práctica de Nopoki encajan bien allí, queda patente por la pandilla de niños que les siguen como pollitos a todas partes.
El enclave de Canuja se encuentra en un promontorio espectacular sobre el río Tambo, y cuenta también con dos aulitas, de primero y segundo en una, y de tercero a sexto en otra. De nuevo destaca el arte y amor de la enseñanza por la decoración artesanal de las aulas, con mensajes claros y sencillos en ambas lenguas.

     Padre Curro deleita a todos con un repertorio sobre los dedos de la mano y el amor de Dios


 
                                                          Canuja sobre el río Tambo
Desafortunadamente tenemos que recortar la visita porque algunos que nos acompañan no quieren perderse la comida, así que nos quedamos con el sudor puesto y las ganas del baño prometido.
Para completar la ronda, fuimos el jueves a visitar las comunidades de Aerija y Sapani, con la pick-up hasta la bola de alumnos con ganas de bañarse. Aerija se encuentra a media hora andando desde Nopoki, pero cuesta por lo menos otra media hora más atravesarla, a pesar de contar con un puñado de casas dispersas. Después de cantar la canción de los dedos en la primera aula, el Padre Curro se queda sin aliento, y le pasa la batuta a Carmen, que suda la gota gorda cantando la canción del cocodrilo y el orangután. Me mira de reojo, pero afortunadamente ya no quedan más aulas… (A pesar de ser holandés, es increíble la capacidad que tiene Marco para hacerse el sueco… CARMEN DIXI ;-)


Escuela de Aerija

Rumbo a Sapani me pongo de pie detrás de la cabina para montar el pick-up como una tabla de surf y disfrutar del exuberante paisaje selvático. Y quemarme la cara. En la siguiente escuela, nos dejan directamente solos en el aula, y le hacemos la competencia al Padre con la canción de los deditos. El Amor de Dios se queda en el aire… Ya no quedan chochokis, y Carmen sigue cantando con la esperanza de que llueva.
Después de una carrera de rally atravesando ríos y montes, llegamos al tan esperado oasis de la cascada para bañarnos. Cada uno se cambia como puede, o se tira con todo y ropa directamente al agua. Hay de todo, poza, salto, jacuzzi y peces limpiadores de piel, todo 100% natural y sin recargo. 


Salimos a regañadientes para llegar tarde al almuerzo. Y eso que había arroz con frijoles y plátano. Pero disfrutamos como enanos con una coca cola y una ensalada improvisada de palta (aguacate) y tomate con sal y limón verde.
La semana termina igual de movida que comenzó. El cumpleaños del Padre Curro se alarga desde el miércoles por la noche hasta el sábado de madrugada. Parece una boda gitana. El viernes cenamos res asada con yuca zancochada en la casa parroquial, acompañada con un buen vino en bota entre flautas y ritmos peruanos. ¿Y quien iba a pensar que Carmen bailaría unas Sevillanas con un Padre maño en la selva central de Perú...?  (Y que Marco bailaría esa noche más que en toda su vida, lambada incluida, para envidia de algunos y algunas... CARMEN DIXI ;-)