jueves, 25 de agosto de 2016

Cambio de Rumbo

Hola de nuevo amigos y amigas.

Ya estoy definitivamente instalado en la Universidad Indígena de Nopoki y con un plan de trabajo diseñado que luego comentaré. He dejado atrás 10 días llenos de emociones y experiencias que difícilmente podría plasmar con totalidad pero intentaré transmitiros algunas que han traspasado mi visión europeísta. Empecé antes de lo esperado a desarrollar labores de cooperación ante la urgente demanda de un psicólogo en el sector educativo. He estado acompañando durante una semana a dos misioneros diocesanos de Madrid, Manu y Cecilia, quienes me han acogido con un cariño insuperable. Concretamente hemos visitado 12 escuelas de primaria y secundaria, sin red eléctrica, ubicadas en las zonas rurales dentro de la región de Junín, algunas a 1.400 metros de altitud. He realizado valoraciones psicológicas a niños/as que presentaban síntomas de maltrato infantil, abuso sexual, retraso madurativo, trastornos del lenguaje, TDAH, carencias afectivas y falta de estimulación temprana. También he orientado a algunos profesores sobre cómo tratar esas discapacidades. El cariño con el que nos recibían los niños y niñas era asombroso. Igual de sorprendente era para ellos mi barba. La situación educativa está sufriendo relativos  cambios migratorios, repercutiendo en la disminución del número de alumnos/as en las escuelas rurales por el flujo migratorio del campesinado a las ciudades. Dicho movimiento está suponiendo una falta de infraestructuras en educación dentro de las grandes ciudades. Pero la falta de medios de vida en la ciudad y el elevado coste de sostenibilidad hace que regrese el campesinado a su lugar de origen donde pueden sobrevivir de manera autosuficiente. La falta de especialistas en los centros educativos es una realidad que preocupa a gran parte de los profesionales del ámbito educativo. La estructura es la siguiente: un curso de inicial (conocido también como jardín de infancia), 6 años de primaria, 5 años de secundaria y el paso a la Universidad. En algunas escuelas existe solamente un aula para los 6 cursos de primaria, donde los alumnos están sentados según el curso en el que se encuentran. Como os podéis imaginar la dificultad a la hora de enseñar es mucho mayor.

He escuchado testimonios que han provocado un nudo en mi garganta y han despertado mi total admiración. Es necesario que la población española conozca, y eso les decía yo, la vida o testimonios de estos grandes héroes. Podría citar a muchos pero me quedo con dos. Gian Carlo, con 13 años, que camina durante 3 horas, si 3 horas, bajando y subiendo cerros por la selva alta peruana, conocida como ceja de selva, para llegar a su escuela. Y otras 3 horas para regresar a su casa después de haber estado toda la mañana aprendiendo y participando, con una ilusión indescriptible, en las enseñanzas y actividades del profesor. Por supuesto que ese día regresó con nosotros en el coche. Y otro testimonio extraordinario proviene de un profesor de primaria, Julio, quien me cuenta, entre lágrimas, emocionado, sentirse millonario, cuando un alumno, le agradeció todo lo que hizo por él, tras reencontrarse al cabo de los años. El joven pudo formar una familia y conseguir un trabajo gracias a la educación y al apoyo que siempre recibió por parte del profesor. Julio apuesta por la educación en las zonas rurales a pesar de las dificultades. Explica a los padres que la enseñanza, en estos lugares, es más cercana e individual que en las zonas urbanas. Ha conseguido también que algunas familias establecieran su hogar cerca de la “chacra” (terreno agrícola y lugar de trabajo) para vivir más cerca de la escuela, evitando los largos y abruptos desplazamientos.

Un programa interesante, digno de mención, es el QALI WARMA (en quechua “Niño/a Vigoroso/a”). Es un programa nacional de alimentación escolar que atiende diariamente a más de 3,5 millones de niños y niñas. Brinda alimentos variados y nutritivos a alumnos/as de inicial y primaria de las escuelas públicas, y de secundaria en las comunidades nativas de la Amazonía peruana. El fin es contribuir  a mejorar la atención en clases, la asistencia escolar y los hábitos alimenticios, promoviendo la participación de la comunidad local, ya que son normalmente las madres, mediante turnos, quienes elaboran los desayunos con los alimentos que reciben.  

No quiero olvidarme ni de las comida riquísimas de Alina, como la Pachamanca (Pacha = tierra y Manca = Olla, en idioma quechua) cuya forma de cocinar es a base de piedras calientes, introduciendo la olla en el interior de la tierra, de ahí su nombre, ni de los partidos de fútbol sala con los compañeros de la casa.

Como dije al principio, ya me encuentro en el terreno definitivo, y después de vivir alguna aventura e imprevisto en el camino, como tener que dormir en el coche en mitad de la selva tras sufrir una avería y esperar el rescate, por fin tengo mi habitación dentro de la Universidad. Está ubicada en la selva baja, justo donde empieza la llanura amazónica. Aquí tienes más sensación de vivir dentro de la selva por la cantidad de animalitos que hay. El ruido nocturno te hace pensar que la selva está viva. El clima es muy caluroso. El ambiente es muy tranquilo y se respira paz, a diferencia del municipio más cercano, Atalaya, situado a 4 kilómetros, donde la realidad es otra. Se imparten las carreras de Educación, Ingeniería Agrícola y Administración de Empresas. Además de un Centro de Formación Profesional en Costura y Carpintería. Aquí conviven nativos de diferentes etnias de la amazonía como la Asháninka, Ashéninka, Yine, Shipibo, Yanesha, Matsigenka y Nomatsigenka, entre otras, diferenciados por su Kushma (Túnica). La Universidad Indígena se llama Nopoki que significa, en legua Asháninka, yo vengo. Este es el idioma más hablado por las comunidades nativas y el cual voy a aprender para conocer mejor el estilo de vida y pensamiento indígena. Ayer fue mi segundo día de clase. Además hemos fijado, en horario de mañana y tarde, un espacio para atención psicológica en el centro médico de la Universidad. Estoy impartiendo un taller de técnicas de estudio y más adelante desarrollaré otros talleres sobre fortalecimiento de la lectura e inteligencia emocional. Otro eje de cooperación será la elaboración de un banco de proyectos para futuras financiaciones. Ya os iré contando más información sobre este apasionante proyecto que es y será un hito en la convivencia intercultural y defensa de los pueblos originarios de la selva peruana.


¡Jatajana!, ¡Hasta pronto! en Asháninka.







sábado, 6 de agosto de 2016

La llegada

Hola a todos y a todas. Ya me encuentro en tierras peruanas. Llevo  algo más de 48 horas fuera de España y todo ha sido muy emocionante. Las 12 horas de vuelo fueron ilusionantes  y provechosas. Entre las charlas, con mi compañera de asiento, coordinadora de un colegio privado, sobre la educación en Perú, sobre el actual sistema político, sobre la gastronomía del país y otros temas de interés,  entre las diminutas comidas que nos servían, alguna película a medio dormir y un poco de lectura sobre la última novela  de su ilustre premio nobel, Vargas Llosa, quien refleja la sociedad peruana de los últimos meses de la dictadura de Fujimori y Montesinos, hicieron de mi viaje adentrarme en el maravilloso pasado y presente de este magnífico país que tanto me queda por descubrir.  Tras el nerviosismo aduanero, un soplo de alivio sentí cuando leí mi nombre en un cartel que sostenía Samuel, entre la multitud, secretario del Vicariato Apostólico San Ramón y de Cáritas Atalaya, organizaciones responsables del proyecto de la Universidad Indígena de Nopoki.  Al salir del aeropuerto, el choque cultural fue descomunal. El cielo de Lima gris panza de burro, bautizado igual que el norte de Gran Canarias, el caos en la carretera, no os lo podéis ni imaginar, los pitidos del claxon no paraban de sonar, la venta ambulante en los semáforos, la pobreza en las calles y el anochecer anticipado, en concreto sobre las 18:00 horas, hicieron que mis ojos se abrieran al máximo a pesar del cansancio y el jet lag. Después de varias gestiones y una cena con la familia de Samuel, por cierto un hombre muy amable, servicial y atento, me dejó en la estación de autobuses para coger un bus-cama nocturno y llegar a San Ramón, pueblo de entrada a la selva, donde me alojaría durante unos días hasta que los alumnos de Nopoki volviesen de sus vacaciones. Tuvimos tiempo de conversar sobre varios temas interesantes pero me quedo con la última conversación antes de subir al bus. Para Samuel, el concepto de propiedad es cuando compartes con alguien esa pertenencia o ese bien, señal de que tú controlas lo que tienes y no al revés, sentirte esclavo o controlado por dicha pertenencia. Con esta reflexión y un curioso documental sobre los fiordos noruegos, me quedé dormido en el impresionante bus cama. Al abrir los ojos, estaba amaneciendo y nos encontrabamos en el punto más alto de Los Andes, alrededor  de los 4.000 metro de altitud. Me sorprendió como subían mujeres mayores al bus durante las paradas establecidas en los pueblos de montaña para venderte panes de sierra y arroz cocido. De ahí hasta llegar a San Ramón, la estampa era impresionante, como se apreciaba el contraste de sierra, altos cerros poblados de vegetación  y el surco del río Tulumayo dando comienzo la ceja de selva peruana o selva alta. Con esa imagen y una charla con mi compañero de asiento, de origen peruano pero afincado en Madrid por su trabajo de relaciones internacionales, sobre el fin de la normalización, aunque todavía siguen apareciendo casos, del maltrato infantil y maltrato a la mujer, llegue a San Ramón, primer pueblo de entrada a la selva peruana y lugar habitual de parada. Y aquí estoy, con una habitación maravillosa con cuarto de baño incluido, en una casa del Vicariato Apostólico San Ramón, conociendo a gente muy amable, muy comprometidos con la ayuda al prójimo como la Madre Esperanza que consiguió personalmente que Fujimori creara una nueva prisión en La Merced, municipio cercano a San Ramón, para acabar con el hacinamiento de los presos, aunque actualmente sigue habiendo este problema por el aumento del número de internos. Me están tratando con mucho cariño y esperando para viajar otras 9 o 10 horas hasta llegar a Atalaya donde se encuentra la Universidad Indígena de Nopoki y donde me pondré al servicio de la dirección técnica para llevar a cabo mis funciones de cooperación al desarrollo. Me llama la atención que aquí no miden las distancias en kilómetros sino en horas por las dificultades de las carreteras. Por último, quería contaros una comparación y a su vez una reflexión interna que me contó, hace unas horas, un chico peruano de 16 años, proveniente de una familia desestructurada, que he conocido en la casa, y quien dice que su vida se asemeja a un ”huayco”, desprendimiento de montaña en idioma quechua, porque igual que se derrumba con el tiempo vuelve a su normalidad, al final todo vuelve a su ser por su propia naturaleza. Con esto me despido hasta que me instale en el lugar de destino.  

Un abrazo para todos y todas. ¡Hasta pronto!