Si mal no recuerdo, hace justo siete años
empecé a estudiar la carrera de Trabajo Social. Dentro de la programación
académica, una de las asignaturas llamó muchísimo mi atención. Antropología
Social, es de esas materias que te gustan muchísimo o que odias a más no poder,
y en mi caso fue “amor a primera vista”. Hoy agradezco y valoro lo que mi
profesor, Francisco Llorente Marín trasmitió tan generosamente. Por eso, en
esta entrada voy a intentar mostraros las entrañas, abrir en canal los
conocimientos e intentar afinar al máximo los detalles de la realidad que ahora
me abraza.
Si antes de poner un pie en esta maravillosa
tierra, me hubiesen preguntado acerca de la palabra identidad, ni por asomo
podría describirla como ahora.
En términos generales puedo definir la palabra
identidad como: el derecho de pertenecer al mundo, la libertad de quererte y el
derecho a desarrollarla. Aquí entro en conflicto con aquellas teorías
occidentales, donde la identidad se ha limitado a definirnos con base a la
estructura social de partida, con nuestra sociedad oriunda, con nuestra
estructura “civilizada” y “desarrollada” y ha dejado a un lado los valores que
nos definen como personas.
Os cuento una anécdota. Es mucha la gente, que
hablando conmigo, han concluido diciéndome: ¡Nunca hubiese imaginado hablar con
una persona como tú! Sorprendida le respondo: ¿Cómo yo? ¿En qué sentido? -Suspiran
e incapaces de mantener la mirada me responden: ¡Tan blanquita como tú, tan inteligente
y de Europa! ¿Vosotros sabéis qué tan doloroso es eso? ¿Qué hemos hecho? ¿Por
qué nos diferenciamos constantemente? Siendo sincera, os digo que es una
sensación muy triste, una sensación de completo vacío y mi cabeza no para de
preguntarse por qué. Por desgracia, no tengo una barita mágica para arreglar el
mundo; pero si tengo esta vía para contároslo y animaros a que cambies la
percepción de las cosas, a que cambies una sociedad basada en estatus raciales
y a que seáis justxs con la vida.
Hace no muchos días, tuve la oportunidad de
conversar con Limber, un chico del pueblo originario Asháninka, que me contó
cómo fueron tratados durante la época histórica de “la reducción de los pueblos”
(1600). Después de hablar un buen rato y por mi parte intentar digerir toda la
barbarie, me preguntó: Marina, ¿Sabes qué significa Asháninka? Mi mirada creo
que respondió, por lo que procedió de la siguiente manera: La “A” es un prefijo
plural y “Sháninka” hace referencia a persona, hermanx, gente… por tanto
nosotrxs somos personas, hermanxs y gentes. Limber sonrió y me dijo: Marina, tu
eres Asháninka. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y no tuve nada más que decir
al respecto. Ojalá estas sensaciones pudieran experimentarlas todas las
personas, porque no hay nada más puro en la vida que querer a un hermanx y
hacerle sentir que forma parte de ti.
Cuando hablo con vosotrxs para contaros mi
experiencia, siempre encuentro palabras de aliento y de fortaleza. También me
decís en muchas ocasiones lo valiente, aventurera y capaz que soy para estar en
un lugar como este. Y es verdad, no os equivocáis ¿Sabéis por qué? Porque no
tengo miedo a querer, no tengo miedo a aprender y no tengo miedo a conocer la
vida. Todas las personas que conozco me hacen más grande y me hacen ser capaz
de mirar el mundo de todos los colores posibles. Es cierto que en muchas
ocasiones me planteo por qué estoy aquí, qué hago realmente en este lugar, cómo
puedo ayudar con mi presencia; y en esos momentos es cuando pierdo la
paciencia, me siento derrotada y me inunda la angustia. El otro día me sentía
así y quise conversar con Padre Curro para que me ayudara a poner los pies en
la tierra, (¡No es malo pedir ayuda cuando la necesitas!) y tras una extensa
charla, muchas risas y comprensión, le dije: Padre Curro, le confieso que siempre
quiero arreglar el mundo, y en lo más profundo de mi ser, soy consciente de que
es imposible ¿Por qué? ¿Por qué es imposible arreglar el mundo? Él se empezó a
reír con su característica risa y me respondió: Marina, arreglar el mundo es
más sencillo de lo que parece, pero primero tenemos que ser felices. Si en este
mundo todas las personas supieran lo que es la felicidad, el mundo se arreglaría
en un momento. La felicidad no es tener “plata”, la felicidad no es tener
posesiones… la felicidad es compartir, es interesarse por los demás, es querer
a las personas sin perjuicio de su etnia, religión, cultura… Todo esto parece
sencillo, pero la triste realidad es que no reparamos en ello. Nos importa el
bienestar de la gente más cercana, pero no nos interesa el bienestar de la
humanidad en su conjunto.
Puede que sea muy dura con las palabras, pero
en mi propia realidad sigo viendo esos desajustes, esa superioridad clasista,
esa marginación a lo “diferente”, esas ideologías que alimentan y fomentan el
odio y en definitiva esa pasividad con la que dejamos de ser personas para
convertirnos en máquinas alienadas.
Con todo ello, he llegado a la siguiente
conclusión:
Occidente
fracasó contando estas realidades, fracasó porque no contó la verdad y fracasó
porque su discurso ha conseguido segregarnos y diferenciarnos como personas.
Ahora es el momento de empezar un nuevo camino,
de rugir como un “otorongo”, de defender los derechos humanos, de aportar lo que
podamos en función de nuestras posibilidades, de conseguir la igualdad, de no
conformarnos. Es el momento de hacer cosas realmente maravillosas.
Mañana cuando os levantéis, trasmitir cariño a
aquellas personas que se crucen en tu día. A tu familia, a tus compañerxs de
trabajo, a la persona que te atiende en el supermercado, a la persona que te
sirve un café… sonreír con todo vuestro cuerpo, y seguro que al terminar el
día, sentiréis la mayor de las satisfacciones que podéis experimentar. ¿Os
gustaría ser valientes? ¿Os gustaría ser aventurerxs? Pues todo eso está en
vosotrxs mismxs si conseguís deshaceros de los miedos que os lo impiden.
¿Os sentís con fuerzas de cambiar el mundo? ¡¡¡YO
SI!!!
¡Aparo abitsanotaantsi! ¡Korakani
piyotakotajena jaoka nokanta! (Lengua Asháninka)
¡Un abrazo! ¡Pronto tendréis noticias mías!
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