Seguimos sin wifi,
y las entradas del blog se acumulan…
La Universidad de
Nopoki depende en parte del trabajo que realizan los propios alumnos, como la
crianza de pescado, el cultivo de la piña y el mantenimiento de las propias
instalaciones. Los sábados, los estudiantes se dividen en grupos para realizar
distintas tareas, de 5 a 11 de la mañana.
Este sábado me
levanté al alba para desayunar en las malokas, y ver donde podía ayudar sin
estorbar. Acompañe a diez chicos armados con machetes, que se subieron al
remolque del tractor para salir a chambear en el campo. Pasamos la comunidad de
Aerija para bajar bajo la sombra de un gran árbol lleno de mangos, que
sirvieron de segundo desayuno. Luego subimos la colina por una vereda empinada
para llegar a un descampado lleno de maleza con unas impresionantes vistas
sobre la verde llanura del río. El trabajo consistía en limpiar el terreno de
vegetación para la plantación de piña.
Los chicos se
sentaron para afilar los machetes, charlando y riendo, y se esparcían para dar
unos machetazos por ahí y por allá. A primera vista, la actividad parece poco
productiva, pero quien concluye con eso que no se trabaja, se equivoca
vergonzosamente. Es un trabajo duro, con medios pobres y bajo condiciones
difíciles, pero se hace con ganas, un buen sentido de humor y mucho aguante y
fuerza física. Un chico empieza a cantar: Señor, ten piedad con tu pueblo…
Me prestan un
machete para intentarlo. La hierba es dura de roer, y cuesta bastante habilidad
y mucha fuerza para conseguir resultados con un machete. Con cada golpe, mi machete
vas teniendo un poco más efecto, aunque me gano una buena colección de ampollas
en cada mano con poco resultado demostrable. Hay que tener cuidado, porque
entre la maleza se esconden unas hormigas gigantes y agresivas cuyas picaduras
causan un dolor intenso por al menos doce horas. Uno de los chicos atrapa una y
la desarma para mostrármela. Mide al menos una pulgada.
El sol es
inclemente, y nos abrasa desde un cielo celeste. La tierra negra se calienta, y
con la humedad del aire, el sudor se queda pegado al cuerpo. Me estoy
achicharrando como un camarón.
Entre tanto, los
chicos consiguen limpiar un área de aproximadamente unos 100 por 100 metros
cuadrados en solo dos horas y poco. Las ramas grandes y troncos esparcidos se
van apilando para prenderles fuego. Arde como un demonio, y consigo
achicharrarme los pelos del brazo, o como dicen aquí, el vello público, lo
único que me faltaba por quemar.
Cuando bajo con
dos chicos a ir por agua, aparece el monitor, que seguramente piensa que
estamos vagueando. Trae unos sobres con polvo color magenta para hacer chicha,
una bebida dulce de maíz del mismo color. Llenamos una gran cubeta con agua de
manantial y se le añaden los polvos con un poco de mandarina agria que
recogemos de un árbol cercano. Después de una pequeña pausa hay que seguir
limpiando los troncos restantes.
A las once nos
tumbamos en el remolque para emprender la retirada. Cubierto con una buena capa
de polvo y humo, parezco casi tan moreno que los demás. Necesito una buena
ducha y un colchón para morir en paz. Otra vez más, los chicos de Nopoki se han
ganado mi más sincera admiración y respeto.
(mandado desde la
parroquia)
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