Las
publicaciones que llevaré a cabo durante el mes de noviembre van dedicadas
especialmente a las mujeres que aquí me rodean. En esta entrada, me gustaría
ser algo más teórica, de forma que pueda contextualizar todos y cada uno de los
detalles que quiero trasmitir.
Hoy
me interesa hablar de hermandad, de sentido de comunidad, de respeto y de
ayuda.
Al
poco tiempo de llegar a NOPOKI, por casualidad, se presentó una situación muy
especial. Un pequeño grupo de chicas querían conocerme, querían preguntarme cómo
es mi vida. De esta forma, aproveché la ocasión para extenderme en aquellos
aspectos que me definen, en hablar con paciencia y cuidado de mi lucha y, por
tanto, compartir puntos de vista y opiniones diferentes a la vez que
fascinantes. Esa es la riqueza de los feminismos.
Utilizar
un único discurso y además hegemónico para extrapolar la realidad, no solo es
erróneo, sino que es peligroso y desagradable.
Me
viene a la cabeza mi primer día en la asignatura “Género y Feminismos”, donde
nos explicaban que el feminismo comenzó tras la Revolución Francesa, a raíz de
la lucha ciudadana. En este caso, tanto hombres como mujeres exigían derechos
civiles y donde, finalmente, resultaron beneficiados solo la mitad, excluyendo
así a las compañeras de batalla, que al igual que los hombres cavaron las
trincheras de la libertad.
Sí,
así fue como empezamos a darle nombre a todo este movimiento, pero no olvidemos
que hablamos de Europa.
En
el transcurso de la asignatura esperaba encontrarme los comienzos de los
feminismos en otros lugares del mundo, pero mi sorpresa fue la limitación de
contenidos, ya que solo hablaríamos de Europa y EEUU, por tanto, la acotación
de la lucha feminista es muy notable y por ello, cuando hablamos caemos en
aspectos etnocentristas y eurocéntricos, definiendo opresiones que solo nos
afectan a las mujeres blancas que cómodamente tenemos un estatus de poder,
principalmente por cuestiones raciales y/o étnicas.
La
tercera Ola del feminismo lleva en sus entrañas la palabra “pluralidad”. De
este periodo emerge la diversidad y el reconocimiento de la individualidad de
cada mujer, ya que en este mundo somos tan diversas como mujeres existimos. Por
ello, hay un avance en los discursos feministas, pero insuficiente para abarcar
dicha pluralidad. Por eso, hoy quiero dejar a un lado mis privilegios y
escuchar, a la vez que entender, otras formas de llevar a cabo la lucha. Me
gustaría aclarar que no soy indicada para hablar de ello, ya que pueden parecer
contradictorias mis palabras, de esta manera me anticipo y os pido disculpas si
existen residuos hegemónicos en mis líneas.
Los
feminismos originarios indígenas son múltiples y diversos en función a las
culturas de cada pueblo, compartiendo así un aspecto muy característico, “el
sentido de comunidad”. En esta línea, la realidad se transforma con el cuidado
de aspectos vitales, estar en conexión con la tierra y buscar espacios para una
misma. Las tareas van a estar definidas por el sistema de supervivencia, que
alterado a raíz de la colonización, se entremezcla con pautas y aspectos
distorsionados debido a la proyección inadecuada de realidades extrañas.
Vuelvo,
por tanto, al principio, donde después de mantener una larga conversación con
las chicas, les pregunto qué significado tiene para ellas la palabra “mujer”.
Muchas respuestas estaban adornadas sin intención alguna con adjetivos que
responden a características estereotípicas y de roles de género. De entre todas
respuestas, la de Blanquita no solo fue una definición, sino un análisis
bastante profundo del concepto que de forma muy atinada respondió lo siguiente:
“Una
mujer es una persona. Una persona capaz de realizar cualquier cosa que se
proponga por más contratiempos que se le presenten. Para algunas mujeres es más
fácil y para otras, más difícil. En definitiva, la vida depende de una misma;
yo por ejemplo estoy hoy aquí, estudiando, formándome para ser una buena
profesional. Créeme, ha sido muy complicado llegar hasta donde estoy, pero de
lo que estoy segura es de seguir viviendo y ayudar como lo han hecho conmigo.
Marina, una mujer es todo, es infinita”.
En
este sentido, vuelvo a la idea del respeto de los tiempos, de las culturas y de
los modos de vida. En algunas ocasiones, gente de España me dicen:
Pero,
allí habrá más machismo que aquí ¿No? Allí las formas de pensamiento son muy
retrogradas ¿No? […] Y un sinfín de preguntas, que desde el desconocimiento
reproducimos, con el objetivo de pensar lo bien que vivimos y estamos, en
cuanto a políticas de género, obviando los feminicidios que tenemos en nuestro país
cada día.
Por
supuesto el machismo está presente en el día a día, pero tenemos claro que se
debe a la respuesta de la propia estructura que definen los sistemas sociales y
que recibe el nombre de patriarcado. De esta forma, no podemos decir o medir
que haya más o menos machismo en función al desarrollo social de un país, lo
acertado sería reconocer que el machismo es la expresión del sistema patriarcal
que se despliega en función de los tiempos de un determinado territorio y que
estas formas asesinan todos los días a mujeres.
Por
desgracia, la violencia institucional, económica, física, psicología,
simbólica, entre otras, que sufrimos las mujeres es común en todos los lugares
del planeta. Por tanto, no vale afirmar o decir que “nosotrxs” estamos mejor
por vivir en un lugar u otro, eso significa eximir responsabilidades, perpetuar
las desigualdades y aumentar el estigma de aquellos pueblos con diferencias
culturales y sociales.
Cuando
me siento con ellas logro entenderlas, porque en definitiva hablamos el mismo
lenguaje. Nos gusta reír, nos gusta llorar, nos gusta renegar, nos gusta
escuchar, nos gusta compartir, nos gusta soñar… Y dejadme decir que es la
expresión pura de la Sororidad, al igual que la trenza del cabello, estamos
unidas en hermandad.
¡Ramamun
kuhinmun konkuhin yohiavo hiyanan! ¡Tii toha hikokin! (Lengua Amahuaka).
¡Pronto
tendréis noticias mías! ¡Un gran abrazo!
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