En
esta entrada tengo que atinar muy bien, tengo que poner “mucha carne en el
asador” y aprovechar para hablaros de mis gentes. Pero eso sí, voy a ser fiel a
la pretensión que tenía con base al mes de noviembre.
El
pasado 25 de noviembre se celebró el día mundial contra la Violencia de Género
y, como no, ahí estaba yo, metida en la trinchera.
Cuando
llegué de Lima, de forma fortuita me invitaron a una reunión donde se hablaría
de aquellas actividades que se realizarían desde la Municipalidad de Atalaya; y
digo de forma fortuita, porque la circular la recibió mi compañera Edith, que
sabiendo mi gran interés en aspectos relacionados con el género, no dudó ni un
solo instante en avisarme de tal acontecimiento: ¡Marina, ahí tienes “chamba”
de la tuya!
No
podría explicaros cómo me siento cuando hablamos de lucha, cuando hablamos de
derechos y cuando nuestra arma no es un “machete”, sino nuestra propia voz, las
voces que queremos escuchar.
Aunque
la realidad sea diferente y el machismo se exprese de otras formas, he
considerado muy oportuno implicarme y comprometerme con las mujeres de Atalaya
y de forma muy especial con mis niñas de NOPOKI. Entonces, al igual que la
señora Mercedes se remangaba para asar el “pollo cangas”, yo me remangué para
desmontar todos esos mitos que existen entorno a las construcciones de pareja a
través del amor romántico; en eliminar todo tipo de violencia y en utilizar un
discurso adecuado para derribar las opresiones a través de la crítica, el
análisis y la reflexión. Es bastante gracioso ver sus caras cuando les digo que
Cenicienta, en realidad, no quiere compromisos y, además, no come perdices
porque es vegetariana. No os voy a negar que en un primer momento pareciera que
se espantan, pero tras varios segundos se “parten de risa” e incluso, alguna se
reafirma y dice que esa historia es mucho más “chévere”.
Desde
NOPOKI, hemos conseguido el apoyo por parte del alumnado para trazar un Plan de
Igualdad, donde se revisen todas las formas tanto académicas como personales,
atravesando el eje de la perspectiva de género. Para ello, hemos nombrado a dos
alumnas y dos alumnos como delegadxs y subdelegadxs de igualdad, de forma que
velen por una educación inclusiva libre de machismo. En este sentido, me siento
gratamente satisfecha, ya que, al proponerle dicho proyecto, resultaron
entusiasmadxs y con ganas de empezar cuanto antes. Ahora, quedamos a la espera
de empezar el nuevo curso en marzo para desarrollar todo lo propuesto. Ya
estaré al tanto.
Llegado
este momento:
¿Sabéis
esa sensación de tener sentimientos encontrados? ¿Ese instante en que echas de
menos y echas de más de forma simultánea? Bueno, pues en ese punto me
encuentro. Quedan apenas tres días para que se cierre otra de las etapas que te
brinda una experiencia como esta. En NOPOKI, el curso académico ha concluido y
con ello mi experiencia con las personas que han llenado mi vida de forma
extraordinaria, el alumnado.
Todos
los días de esta semana, al sentarme para almorzar en la “maloka” no podía
apartar mi vista de las diferentes mesas donde se sientan las chicas y los
chicos de NOPOKI. Sin querer, no he sido capaz de interactuar en la comida como
de costumbre, porque mi cabeza la ocupaban preguntas como ¿Volverás a verlxs de
nuevo? ¿Es posible que sea la última vez que veas a todas estas personas? ¿Te
gustaría volver? ¿Quieres volver?
Al
fin y al cabo, sabía que este momento llegaría tarde o temprano, pero ciertamente
no estaba preparada para ello, ya que aún son dos meses lo que tengo por
delante y mi cabeza no imaginaba que la despedida más intensa iba a ser en este
momento. Es cierto que estoy muy contenta porque he aprendido tantas cosas,
pero no puedo evitar sentirme triste cuando, por ejemplo, viene mi pequeña
Mariela y con su característica voz de pito me pregunta:
“¡Ayy mis! ¿Cuándo regresas de nuevo?
¿Después de ver a tu familia en España? ¡Mis, no te vayas!”
O
quizás cuando Iris se acerca, me abraza y me repite a diario:
“¡Mi Marinita, qué hermosa estás hoy!
¡Te voy a echar de menos!”
Cuando
Gino cada mañana me envía un whatsapp para saber qué tal he dormido y si he
desayunado. Cuando lxs chicxs de la danza me esperan (o más bien espero yo)
para decirme que incluso “renegando” me quieren mucho. Cuando me buscan para
estudiar Antropología, porque consideran que cuando les explico se enteran
“bonito”.
O
cuando de la nada escucho un “¡Cuqui!” Y, de repente, tengo a algunx de ellxs a
mi lado queriendo acompañarme a donde quiera que vaya.
Julieta.
Julieta es tremenda, tiene muy decidido que cuando regrese a España, ella viene
conmigo. Casi todos los días me pregunta cuánto cuesta un pasaje y cuánta
“plata” necesita para viajar. Ella me aconseja que la adopte, a pesar de tener
casi los 19 años, quiere vivir conmigo y poder ser una actriz de primera.
Pienso que, tarde o temprano, lo va a conseguir. Se pasa el día entero
dramatizando y haciéndome participe de sus interpretaciones.
Y
así puedo pasarme horas y horas. Podría escribir tantas cosas de cada unx de
ellxs que no acabaría nunca, así que por el momento, las guardo para mí.
El
pasado domingo llamé a Blanquita para ir juntas a cenar. Como siempre, hablamos
sin parar de todo tipo de cosas y, de buenas a primeras, sin tener relación
alguna de lo que por el momento hablábamos, se quedó en silencio varios
segundos y me preguntó:
“Marina, ¿Qué te llevas de NOPOKI?”
Es
una pregunta que puedes contestar de una forma banal y que la respuesta está
más que “machacada” por todas aquellas personas que viven una experiencia de
cooperación o voluntariado, por ello coges “carrerilla” y dices lo bonito que
es todo, lo que has aprendido… Respuestas demasiado preestablecidas que hacen
que tu misma te preguntes hasta dónde ha calado tu experiencia.
Cuando
intenté responderle, tomé mi tiempo. No me gusta apresurarme ante preguntas de
este tipo, que como digo, parecen de fácil respuesta y en realidad son las más
complejas de resolver. En ese momento tuve la impresión de ver mi cara en un
espejo, ya que puedo describirla a la perfección. Mis ojos abiertos con
sorpresa, las cejas bastante arqueadas y mi boca apretaba los labios, tanto que
la piel de mi cara lograba estirarse por completo. Mis hombros se encogían y a
su vez mi cabeza los acompañaba con movimiento de duda.
“¡Blanquita,
me lo has puesto bastante difícil!” – le dije.
Pero
ella insistía y quería respuesta a su pregunta.
Entonces,
le dije que aún no estaba del todo preparada para responderle a esa pregunta,
ya que ahora me quedaban dos meses para digerir todo lo vivido y poder dar una
respuesta a la altura. Por suerte, Blanquita es una de las alumnas que voy a
seguir viendo, ya que, dado el ciclo tan avanzado en que se encuentra, tiene
que realizar sus prácticas profesionales. Le he prometido que antes de irme contestaré
a su pregunta.
Por
el momento, voy a seguir viviendo como hasta ahora. En realidad, el mes de
diciembre va a estar lleno de aventuras y de conocer otros lugares que el Perú
ofrece. Voy a visitar otras regiones y otras formas que nada se parecen a las
de “mi casa”, la selva. Y además voy a hacerlo de la mano de dos visitas muy
especiales que espero con impaciencia. Estoy segura de que disfrutaran de este
maravilloso lugar tanto como yo hasta ahora.
Cumpamsan
shir senchi juajme! Turasha enerotin pujuktaje! (Lengua Shuar)
¡Un
abrazo muy fuerte! ¡En enero estoy de vuelta!
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