sábado, 12 de noviembre de 2016

La Chamba (el trabajo, 5 de noviembre)



Seguimos sin wifi, y las entradas del blog se acumulan…
La Universidad de Nopoki depende en parte del trabajo que realizan los propios alumnos, como la crianza de pescado, el cultivo de la piña y el mantenimiento de las propias instalaciones. Los sábados, los estudiantes se dividen en grupos para realizar distintas tareas, de 5 a 11 de la mañana.
Este sábado me levanté al alba para desayunar en las malokas, y ver donde podía ayudar sin estorbar. Acompañe a diez chicos armados con machetes, que se subieron al remolque del tractor para salir a chambear en el campo. Pasamos la comunidad de Aerija para bajar bajo la sombra de un gran árbol lleno de mangos, que sirvieron de segundo desayuno. Luego subimos la colina por una vereda empinada para llegar a un descampado lleno de maleza con unas impresionantes vistas sobre la verde llanura del río. El trabajo consistía en limpiar el terreno de vegetación para la plantación de piña.
Los chicos se sentaron para afilar los machetes, charlando y riendo, y se esparcían para dar unos machetazos por ahí y por allá. A primera vista, la actividad parece poco productiva, pero quien concluye con eso que no se trabaja, se equivoca vergonzosamente. Es un trabajo duro, con medios pobres y bajo condiciones difíciles, pero se hace con ganas, un buen sentido de humor y mucho aguante y fuerza física. Un chico empieza a cantar: Señor, ten piedad con tu pueblo…
Me prestan un machete para intentarlo. La hierba es dura de roer, y cuesta bastante habilidad y mucha fuerza para conseguir resultados con un machete. Con cada golpe, mi machete vas teniendo un poco más efecto, aunque me gano una buena colección de ampollas en cada mano con poco resultado demostrable. Hay que tener cuidado, porque entre la maleza se esconden unas hormigas gigantes y agresivas cuyas picaduras causan un dolor intenso por al menos doce horas. Uno de los chicos atrapa una y la desarma para mostrármela. Mide al menos una pulgada.
El sol es inclemente, y nos abrasa desde un cielo celeste. La tierra negra se calienta, y con la humedad del aire, el sudor se queda pegado al cuerpo. Me estoy achicharrando como un camarón.
Entre tanto, los chicos consiguen limpiar un área de aproximadamente unos 100 por 100 metros cuadrados en solo dos horas y poco. Las ramas grandes y troncos esparcidos se van apilando para prenderles fuego. Arde como un demonio, y consigo achicharrarme los pelos del brazo, o como dicen aquí, el vello público, lo único que me faltaba por quemar.
Cuando bajo con dos chicos a ir por agua, aparece el monitor, que seguramente piensa que estamos vagueando. Trae unos sobres con polvo color magenta para hacer chicha, una bebida dulce de maíz del mismo color. Llenamos una gran cubeta con agua de manantial y se le añaden los polvos con un poco de mandarina agria que recogemos de un árbol cercano. Después de una pequeña pausa hay que seguir limpiando los troncos restantes.
A las once nos tumbamos en el remolque para emprender la retirada. Cubierto con una buena capa de polvo y humo, parezco casi tan moreno que los demás. Necesito una buena ducha y un colchón para morir en paz. Otra vez más, los chicos de Nopoki se han ganado mi más sincera admiración y respeto.
(mandado desde la parroquia)

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