Hace dos días iba el
padre César a visitar una comunidad Asháninka celebrar con ellos el 36º
aniversario de su fundación y bautizar algunos niños cuyas familias se han
acogido al cristianismo y nos invitó a
acompañarle.
Cogimos un bote en el muelle de Atalaya para navegar río
abajo hasta llegar a la comunidad indígena, que se encontraba a unos veinte
minutos de viaje en la orilla izquierda del Tambo. Hoy estaban celebrando el
36º aniversario de la fundación de la comunidad, así como la festividad de la
Virgen del Carmen (patrona de la escuela), y tenían montada una fiesta con
música que procedía de unos grandes altavoces que se oían en todo el poblado.
En este poblado, donde viven unas 25 familias, tienen electricidad, una letrina (en un estado
lamentable) y dos grifos de agua. La mayoría de los niños estaban muy mal
vestidos, al estar todo el día corriendo por ahí estaban bastante sucios y
despeinados. Alguno tenía hinchada la barriga debido a la desnutrición.
Pregunté de qué se alimentaban y me dijeron que de yuca sancochada (cocida) y
de masato, que es una bebida que se cuela de un líquido rosa que se forma al
ensalivar la yuca. Las encinas de la saliva fermenta la yuca, que con este
proceso produce alcohol (Ver foto). Nos previeron de que el uso abusivo de
masato emborracha. También se alimentan de lo que cazan en la selva, por
ejemplo, de majás que, según me explicaron, es un animal un poco más pequeño
que el chancho (=cerdo).
Algún niño estaba limpio, pero la mayoría iba descalzo. Vi
también a tres que sólo tenía un zapato. Las madres (algunas de ellas
jovencísimas) solían llevar a los bebés amarrados con un pareo y se sacaban un
pecho sobre la marcha para darles de mamar.
Cuando llegamos nos pusimos a preparar unos bollitos con
mantequilla y a hervir una olla enorme al fuego para hacer chocolate con leche
evaporada, canela y clavo, que luego repartiríamos al terminar la misa. El agua
procedía de un riachuelo detrás del poblado. Nuestra compañera médico preguntó
si hervían siempre el agua y nos aseguraron que sí, pero luego vimos a niños que bebían directamente del caño. Las
condiciones higiénicas acá son lamentables.
Luego tuvo lugar la misa en la iglesia, que tenía techo de
uralita, estaba sostenida por cuatro troncos que funcionaban como pilares y
cuyas paredes eran tablas que no terminaban de hacer del espacio un recinto
cerrado. El sacerdote agradeció la donación reciente de los bancos donde nos
sentamos. El altar era una mesa con un mantelito blanco que tenía detrás una
cruz de madera azul colgada en la pared. La misa era en castellano, pero algunas
partes como el Padrenuestro, el momento de santiguarse, etc. se recitaban en
asháninka, al igual que algunas canciones. Nos pidieron a algunos que fuéramos
padrinos de los bautizos de los niños que eran mayormente menores de un año,
aunque uno tenía sobre trece. En la ceremonia el sacerdote bautizó a unos 18
niños echándoles el agua con una taza de plástico sacando el agua de una cubeta
de plástico transparente. No paraba de pensar en cuán diferente sería el
bautizo de mi primer sobrino/a, que nacerá en enero, y en la forma pomposa que
tenemos en España de celebrar los bautizos, comuniones, confirmaciones y bodas.
LAS CONDICIONES SON DISTINTAS, GRACIAS POR RECORDASNOLOS.
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